lunes, 26 de agosto de 2013

Diálogo sobre El Amor.


- La cuestión es, si es amor mutuo, el tiempo lo dirá, no te preocupes, al final todo lo que tenga que ser será, y lo que es tuyo nadie te lo va a robar. Si el tiempo lo quita de tus manos es para abrirlas lo suficiente para poner en ellas algo mejor.
La verdad es que todo suena precioso. Yo sólo estuve enamorada una vez, sufrí tanto y de tal forma que ya no creo en el amor para mí, ni quiero nada que se llame así. Prefiero el cariño, la amistad y el deseo al que muchos llaman amor, yo no quiero ni puedo llamarlo así. No tengo experiencia ni argumentos para hablarte de amor. Y si los consejos fueran buenos no se daban, se vendían. Al final cada uno necesita hacer su camino y pagar sus karmas. Lo único que te digo, es que no desesperes, si el corazón te pide esperar, espera, porque él nunca se equivoca. Pero no te permitas hacerte daño a ti misma, la vida ya es muy dura como para que te castigues.

- Sabes? Por mucho que me duela, pienso en cuando lo pueda tener enfrente, y ya me da igual lo sufrido. Es irracional. Pero por eso es tan firme, constante, no desaparece. A veces ahoga.

- Es difícil! Pero es la lección de tu vida, vales mucho, eres increíble en muchos aspectos. Valórate, si tú no lo haces, nadie lo hará por ti. Si tú no valoras tus lágrimas, nadie lo hará.

- No voy a sentarme a esperar, pero sí puedo hacerlo dinámicamente, puedo estar con otros, no son él, pero a veces o separas lo físico de lo sentimental o te vuelves loco, tremendamente loco, y si hay algo de lo que estoy segura, es de que él no me juzga por ello.

- Pero eso no es justo para tí.

- ¿qué es la justicia? Lo que no se puede es vivir encerrada en una torre esperando a que el príncipe aparezca. Hay que salir, enfrentarte a héroes y villanos, y con un poco de suerte, con el tiempo, encontrarás a alguien que luche a tu lado contra tus propios fantasmas. Puede ser quien esperabas, u otro, pero al menos tú hiciste lo que estaba en tu mano y lo pusiste a prueba, y si la supera, haya pasado dos meses o siete años, entonces habrá merecido la pena cada herida, aunque te puedas arrepentir de algún que otro encuentro, éstos sucedieron porque tenían algo que enseñarte.
Uno no puede dejarse contaminar por juicios ajenos, tú y nadie más que tú eres tu propio juez. Y si das con esa persona que luche a tu lado, respetará cada vivencia, y te querrá a pesar de todos los errores que hayas cometido.

- Tú ya sabes, No estoy hablando con una niña que llora a escondidas! Es raro. Jamás me encontré con personas así... Se nota que sabes estar sola, sigues tus propios consejos.

- Cometí muchos errores y luché contra muchos villanos, algunos me engañaron, otros abiertamente me decían que sólo sería una batalla pasajera. Hasta que aprendí a crear mis propias batallas amistosas para no volverme loca.

- No peques como él, aunque sepas, déjate ayudar. No por mí, yo no sé nada, no puedo hacer nada porque yo no soy ni valiente ni sabia. Pero hay quien sí...

- Una necesita cariño, y si no lo tiene a veces basta con el deseo. Te digo, hubo muchos, hubo quien me hizo sentir mal, bien o incluso con quien no he sentido nada. Pero no hubo nadie como él, que me hiciese sentir tan dichosa sin apenas tocarme, y el hecho de que siga ahí y tenga ése poder sobre mí... eso me demuestra que no es uno más. Me conoce, conoce mis batallas, es consciente de ellas, y no me juzga, lejos de hacerlo me apoya e incluso es capaz de admirarme, y que alguien como él, que significa tanto, me diga que me admira... es algo indescriptible.
Tener eso me hace afortunada, aunque no lo tenga físicamente. Eso hace lo nuestro todavía más extraordinario y bello.

- Que poco pides! Ser conformista es noble y bonito, pero no es sano... los que más tienen no lo son.
Si te conformas con poco la vida no tiene motivos para darte más. Con el tiempo ya sabrás racionalizarlo, eres sabia.

- No soy conformista, simplemente a veces hay que saber apreciar lo que uno tiene para no perder la cordura. Aunque quieras más, no puedes depositar todas tus energías en querer más. No es mentalmente salubre.

- Realmente ser ignorante es más sano.


- Mucho.

viernes, 16 de agosto de 2013

Sonríe.

Quiéreme, pero esta vez de verdad.
No huyas, no temas,
muéstrate, descúbrelo todo.
Líbrate de lastres y mentiras.
Rompe las cadenas que te aferran a la realidad.
Sé tu, solo tú,
sin preocuparte de nada.
Yo seré yo para tí, siempre, si lo deseas.
Quiéreme y quédate a mi lado.
Tiéndeme las manos.
Recorreremos el infinito.
Hazme cosquillas y sonríe para mí.
Carcajadas como banda sonora de nuestra historia.
Permíteme adorar tus manías,
tus costumbres, tu día a día.
Sonríe conmigo, siempre.
No apagues esos ojos,
quiero ver en ellos la esperanza ardiendo.
Despójate de aquellos miserables
y entrégate, no temas.
Nadie merece tus penas, sonríe, más.
Toma mi mano, tómame entera.
Duerme, sueña tranquilo, yo me ocuparé de tus fantasmas.
Mi niño, mi rey, guarda tus ilusiones en una caja acorazada,
que nadie te las arrebate.
Déjame acariciarte,
desayunar el perfume de tu espalda
y tu primer suspiro de la mañana.

¿Querías versos? Sólo tengo palabras.
sin voz, sin aliento,

desesperadas.





Mi lugar en el mundo.

Reducir la distancia entre su rostro y las yemas de mis dedos, tenerle delante, justo enfrente, a centímetros, levantar las manos y sostenerle la cara, acariciarle cada rincón admirando sus maravillosos ojos verdes clavados en mí, hacer cualquier cosa con tal de que me regale una sonrisa. Seguir la línea de su oreja, bajar por el cuello, introducir los dedos suavemente bajo el cuello de su camiseta y acariciarle el pecho, besarle dulcemente la comisura de los labios, sostener su labio inferior entre los míos y apoyar mi nariz contra la suya, sonreír. Ser verdaderamente feliz por sentir el contacto de su piel. Sostener su mentón con los dedos índice y pulgar, elevar su rostro hasta que su cuello queda totalmente expuesto, acercar mi nariz a la parte más alta de su mandíbula y aspirar profundamente, sentir la fragancia de su piel, embriagarme con su aroma. Besarle, besarle una y otra vez dejando atrás una senda de mimos por sus clavículas, sentir su respiración, ligeramente acelerada, sonreír. Posar una mano en su pecho, sentir su corazón, percibir como la savia recorre su cuerpo. Mirarle a los ojos de nuevo, comunicarnos así, con silencio, acariciar sus labios y luego besarlos, sin prisa, tiernamente, sin pausa, como una brisa que provoca un dulce escalofrío, recorriendo cada rincón de nosotros, como si de un solo ser se tratara. Siento su temor, brota por cada poro de su piel, de su maravillosa piel. Acerco mis dedos a su nuca jugueteando en el nacimiento del cabello, le sonrío, una sonrisa tranquilizadora que busca ser correspondida, y lo es. Nos fundimos en un abrazo, fuerte, alentador, inspiro profundamente, arrebatándole su esencia que en parte ya me pertenece, podría morirme ahora mismo, entre sus brazos, dudo que haya mejor lugar en el mundo.



Disculpa, ¿podemos hablar?

Entramos en aquella cafetería sin saber lo que nos esperaba, nos acercamos a la barra, Él pidió un café, yo un. Me guió al fondo del local, había una mesa con un sofá a cada lado, nos sentamos juntos, por supuesto, ya habíamos pasado separados demasiado tiempo. -Te gusta?- Preguntó- Quería traerte a un sitio tranquilo. Yo no respondí, sonreí ampliamente y miré a mi alrededor observando la cuidada decoración del lugar, era realmente acogedor. Nos miramos a los ojos, observándonos el alma y todo fluyó. Comenzó a hablar, hablar de verdad, no como lo había hecho antes. Yo no podía parar de sonreír, más con el alma que con el rostro. Me lo estaba diciendo todo, todo lo que había callado en los últimos años. Observaba la derrota en sus ojos, su rostro estaba apagado, su mirada era triste, no era la que yo recordaba. De pronto sentí unas ganas imperiosas de besarle, las tuve desde que lo vi, pero ahora era distinto. No quería verle así, lamentándose de todo lo que había hecho mal, yo ya lo había perdonado, siempre lo hice y siempre lo haré. Me incliné hacia Él, y le besé los labios, un beso consolador, un beso de perdón, el beso más dulce que di en mi vida, tan dulce que me dolió, sentí miedo, tanto miedo que entonces fui yo la que habló:
- Antes de que hubieras hecho algo yo ya te había perdonado, pero, no se puede vivir así, no puedo aguantar que aparezcas y desaparezcas a tu antojo. No puede ser que reaparezcas justo después de que me haya resignado a no verte más y luego te vallas repitiendo la historia una y otra vez. Mil veces he pensado que esto sólo existía en mi cabeza, que era imposible quererte tanto incluso cuando no estás. Que te recuerde cada vez que algo me sale mal, y me pregunte una y otra vez qué hubiese pasado si no desaparecieras. Han pasado cinco años, nos hemos visto cinco veces, hemos estado uno frente al otro cinco veces en nuestra vida, nadie entendería esta locura, a veces ni yo misma la entiendo. Otras, sin embargo, me lo planteo y me doy cuenta de que yo no me enamoré de tu presencia, sino de tus ganas de vivir, de tu energía, me enamoré de mí cuando estoy contigo, me prendé de tus palabras, de tus ideas, de tus ganas de cambiar el mundo y del brillo de tus ojos cuando me miras. Todo ello hizo que no te olvidase en este tiempo, todo ello hizo que me plantease el hecho de que seas “Él”. Podemos pasar sin vernos años, podemos pasar meses sin hablar o sin saber el uno del otro, sin embargo no nos hemos olvidado, sin embargo cuando estamos juntos es como si el tiempo no existiese, como si no hubiese pasado, me siento como aquella diecisieteañera que hubiese abandonado todo por cambiar el rumbo del mundo a tu lado. ¿sabes? Ahora mismo se podría ir todo a la mierda, podrían empezar a llover meteoritos ahí fuera que me daría igual, estoy contigo y me basta, ¿entiendes? En ocasiones me duele la idea de pensar que significas tanto. Me duele la idea de que no sea lo mismo para ti, nunca me atreví a enfadarme por temor a que desaparecieses para siempre. Aún cuando tenía ganas de decirte tantas cosas que no dije por miedo a quedar como una imbécil. A pesar de todo esto, me alegra saber que estas aquí, conmigo, me complace el ver esos ojos verdes clavados en los míos, escuchándome con atención y lamentándose cada palabra que pronuncio. Te he perdonado cada ausencia incluso antes de que se produjese, pero por favor, por favor te pido que no te vallas, no desaparezcas otra vez...

Fue entonces cuando la primera lágrima recorrió mi mejilla, dando paso a un río tras ella. La verdad, no estaba segura de poder soportar otra huída, me aterrorizaba pensar que esta vez sería igual y no podía permitirlo, mis ojos inundados en lágrimas le rogaban que dejase de hacerse el fuerte. Me enamoraba su mirada clavada en mí mientras yo hablaba, pero si hubo algo de él que me enamoró ese día, fue cuando las lágrimas asomaron. Se acercó a mí despacio, me sostuvo la cara limpiándome las lágrimas con los pulgares y me besó el lugar por donde habían pasado. No hizo falta más. Ahí estaba, delante mía besándome las lágrimas y diciéndome que él no se las merecía.
- No te merezco, no me merezco que me beses, no me merezco que quieras hacerlo. Además, no besas como se besa a una persona con la que te vas a acostar esa noche, hay sentimiento, y eso duele. Me lamento de muchas cosas, pero lo que más siento, es haberte tratado así. Yo no puedo estar con nadie, no todo es tan bonito como parece, tengo un carácter muy complicado, me enfado y las pago con quien menos lo merece, como tú. No podríamos estar juntos, no sabría hacerlo, no quiero hacerte daño, tengo miedo, por eso siempre desaparezco, soy un cobarde. Te admiro sabes? Tú eres la valiente, no yo, supiste coger las riendas de tu vida y cambiar aquello con lo que no estabas a gusto, por difícil que fuese. Se te ve bien, con energía, con ganas de vivir, con esa sonrisa, joder, estas preciosa!
Yo no soy tu “Él” solo soy una persona que de vez en cuando te recuerda lo que vales.

No podía parar de sonreír, sonreír y llorar a un tiempo. Me alegraba el hecho de escuchar todo aquello de su boca, pero me dolía que creyese que no es “Él”. Yo sé que siente lo mismo que yo, ambos tenemos el mismo miedo, miedo al rechazo o incluso miedo a que las cosas salgan bien y no saber mantenerlo, miedo a que se acabe, miedo a perder el control de la situación.
A partir de ahí no pudimos dejar de besarnos, besos dulces, besos con el alma, besos inocentes en la mejilla, besos protectores en la sien, besos tontos en la punta de la nariz y besos profundos que devoran las entrañas.


Mientras, las tazas llenas se helaban en la mesa.

jueves, 15 de agosto de 2013

Besos.

Besos calmados, casi imperceptibles, ligeros como suspiros, intensos huracanes de sensaciones que desordenan el alma. Besos en los labios, en la lengua, en las comisuras del corazón, en cada recoveco del espíritu, besos con esencia y besos con paciencia. Besos ardientes, profundos y apasionados, besos con la lengua, besos con los labios. Besos en el cuello, besos al oído y besos en el pecho que llegan al corazón. Besos en las manos como muestra de respeto, besos en las muñecas que llegan al vientre derrochando erotismo. Besos secretos por la espalda y besos pudorosos a la cara. Besos que cubren y besos que desnudan, besos húmedos que recorren la piel sin direcciones ni miramientos. Besos ansiosamente insaciables que agotan el oxígeno y ahogan el ser. Besos impuros que nadie confiesa y todos disfrutamos. Besos que comunican almas. Besos con las manos, caricias con los labios. Besos sin límites ni reparo.

martes, 6 de agosto de 2013

Hermoso galán.

En ocasiones un fantasma transita mi mente,
un apuesto caballero, tan cortés como fugaz.
Acostumbra a enamorarme sutilmente
para más tarde, al despiste, zarpar.

Ha vuelto para atormentarme nuevamente,
no lo odio por ello, sin embargo, me hace mal,
el gran vacío se llena de repente
y en un delirio de esperanza, todo es ideal.

Auyenta los espectros del pasado,
aquellos que me impiden avanzar.
Torna mi corazón esperanzado,
colmando mis entrañas de felicidad.

Oh, espléndido mortal, has llegado
para devolver el color a este oscuro lugar.
Perdón, no haberme arrodillado
ante vos, hermoso galán.

jueves, 1 de agosto de 2013

Otro maravilloso reencuentro ficticio.

Apenas recuerdo el momento exacto, ese instante en el cual fue el blanco de mis intenciones, o tal vez mienta…
Nos conocíamos, o eso creo. Hacía tiempo, mucho tiempo que no observaba aquellos ojos tan cerca, tan vivos, tan míos.
Aquel día, o mejor dicho, aquella noche, nos encontramos por casualidad, azar, yo salía con unas amigas, a festejar, nadie sabe el qué, y él…quién sabe que maravillosa casualidad lo cruzó conmigo. El caso es que nuestros pasos dieron al mismo lugar en el mismo instante, tengo que admitir que por torpeza, yo caminaba con la mente en otros lares mientras sonaba la música cuando tropecé con alguien, inmediatamente me asusté y me di prisa en pedir perdón, cuando levante levemente la vista y me quedé completamente muda, momificada, como si de un fantasma se tratase. Mis ojos no tardaron en reflejar lo que me corría por las entrañas, él también se quedó inmóvil, dudoso de lo que le mostraban sus ojos. Perdón, tartamudeé, mientras una media sonrisa vergonzosa asomaba en mis labios y mis ojos se tornaban brillosos. Sonrió, ampliamente, esa sonrisa que sólo él tiene, pícara, sensual, irresistible… Le sonreí, esta vez de verdad, como solo él merece que le sonrían, nunca me esperaría esa reacción, sobre todo después de tanto tiempo. Le ofrecí mi mano, para vacilar, como el día en que nos vimos por vez primera, y él, exactamente como pasó entonces, se abalanzó sobre mí, besándome con fervor, con su mano derecha agarrándome la cintura y su mano izquierda sosteniéndome la nuca, y, aunque fuese la segunda vez que lo hacía, me sorprendió todavía más que la primera, por un segundo me torné como el hielo, de hecho, un escalofrío me recorrió entera, y solo cuando éste recorrió cada rincón de mí, reaccioné. Lo besé como si el mundo se acabase en aquel preciso instante, sin pensar en nada más, lo rodeé con mis brazos y me dejé llevar, era como si nos estuviésemos alimentando el uno del otro, le mordisqueé el labio inferior recordando que lo volvía loco. Se separó unos centímetros, mientras se mordía el labio y me observaba. Transmitían tanto aquellos ojos…los dos sonreímos a la vez mientras se acercaba a mi oreja y me susurró algo que apenas recuerdo, pero que hizo desvanecer la cordura. De ese instante solo recuerdo que salimos de allí sin decir nada, nada más importaba.
Una vez estuvimos en la calle, lo suficientemente alejados del resto de la gente, me acorraló contra la pared, sosteniéndome el rostro utilizando ambas manos con suma delicadeza, como una caricia, me volvió a besar, esta vez fue distinto, fue el beso más dulce que me han dado en la vida. Me abrazó, como se abraza a un pequeño asustado, un abrazo consolador, parecía como si con aquel gesto me quisiera pedir perdón por su ausencia. Sabía que no le reprocharía nada, pero sobre todo, sabía que entendía sus silencios, él es de esas personas que incluso cuando calla, transmite tanto...
Me agarró de la mano sin dejar de mirarme a los ojos, sonriéndome, no sabía a dónde nos dirigíamos, pero, a decir verdad, tampoco me preocupaba. Hablar sería menospreciar aquel maravilloso silencio, y por nada del mundo lo haríamos, nada que se pudiera decir era más importante que lo que entre nosotros sucedía en aquel momento. Caminamos un buen trecho, parando para recordar el sabor de nuestros labios hasta que llegamos a un portal, donde nos detuvimos y me invitó a sentarme a su lado, entonces habló. Charlamos un rato, nos pusimos al día, recordamos viejos y buenos tiempos, nos reímos a carcajadas y nos percatamos de que no todo había cambiado como imaginábamos. Me hizo un gesto con la cabeza, miré hacia atrás y me di cuenta de que vivía allí, sonreí y acepté, la noche comenzara a refrescar, estaríamos mejor al abrigo.
Una vez entramos me ofreció una copa, por supuesto, acepté, él se sirvió otra mientras yo miraba nerviosa hacia todos lados, se acercó a la mesa, dejó las bebidas y vino hacia mí.- Tranquila- me susurró- estamos solos. Mientras, me quitaba el abrigo para colgarlo, me agarró por detrás besándome en la mejilla y me invitó a sentarme. Me ofreció algo de comer, y aún negándome, se puso a preparar pasta, con un montón de especias, ya verás como te encanta, me dijo.

No podía creer que estuviese pasando, llevaba años sin verlo, y de repente, estaba a unos metros de mi, haciéndome de comer a las siete de la mañana, era totalmente surrealista. En este tiempo pasaron mil cosas, perdimos contacto, lo recuperamos más tarde, pero siempre volvía a desaparecer, quizá fue eso lo que hizo que nunca me cansara, siempre me alegraba de hablar con él, hubiesen pasado 4 horas o 7 meses de la última conversación, la confianza nunca se desvaneció, por eso era tan especial. La nuestra era una relación indescriptible, atemporal, más hablada que vivida. Por eso las poquísimas veces que nos vimos fueron tan especiales, y esta vez, presentía que sería la más especial de todas.