jueves, 13 de junio de 2013

Adiós señorita cordura.

Había atravesado el umbral del sueño cuando un leve sonido me hizo volver, era él, otro corcel sin dueño que en mitad de la noche ofrecía placer. “¿me recibe usted en su cama?” dijo, y yo contesté, “¿Qué insolente caballero seduce así a una mujer?” “No busco seducirla, señorita, ya sabe usted, un deleite mutuo, con mucho gusto le vengo a ofrecer”. No pude negarme a tan buen ofrecimiento y acepté. Disipé la neblina que había en mis ojos, perfumé mi piel y esperé. Al rato una llamada interrumpió mi calma, y contesté. Era mi insolente caballero, con su hablar exquisito me decía “ven”. Sin dudarlo fui en su busca y lo guié, él me besó los labios y aún con sorpresa, no dudé en corresponder.
Gran fue mi asombro cuando los nervios me penetraron la piel, hablar entrecortado, trago de licor y verle a él. Su torso desnudo y su sonrisa pícara hacían latir mi sien. De pronto, un suspiro acelerado me atrajo a sus pies. Labios jugosos, lengua invasora y sus manos en mi piel. Adiós señorita cordura, bienvenido sea, señor placer.

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