jueves, 18 de septiembre de 2014

No mires.

No me mires así, me ahogo en la inmensidad del azul de esos ojos. Tu mirada ya no es la misma, lo presiento. Ahora escondes algo en ese abismo, ahora me sumerjo intentando descubrir qué sucede en las profundidades de tu océano, pero la presión me tapona los oídos y mis piernas se paralizan. No me mires al fondo, el oxígeno ya no está presente en cada célula.
Siento que de algún modo has calado en la braveza de mis mares. No se ha calmado la tempestad, sin embargo tú te has establecido firme, con pies de plomo. Has caminado por mis orillas sin ser absorbido por las arenas movedizas de la intrascendencia.
No me observes con detenimiento, los recovecos de mi tormento temen ser descubiertos. Quítame la ropa, pero no me desnudes. No soportaría el frío de la intemperie una vez más.
Inspírame tal y como lo haces, pero no permitas que lo confiese. Otórgame el honor de saborear tu dulzura, pero ágriame a tiempo o estaré perdida.

No quiero una de cal y otra de arena.


Los típicos tópicos no son para mí.

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