jueves, 2 de enero de 2014

Tenebrosidades.

Temía olvidar, temía que llegara un momento en el cual no pudiese recordar aquellos maravillosos instantes, aquellas maravillosas personas que estuvieron a su lado pero por un motivo u otro ya no se encontraban ahí.


Y aquel temor atroz al olvido se apoderaba de su mente cada noche, en cuanto intentaba conciliar el sueño, su subconsciente se esforzaba incomprensiblemente por no olvidar aquellos rostros, cada noche era un tormento. O quizás eran aquellos sueños los que la salvaban de caer presa de la demencia.
Vivía en un círculo enfermizo de monotonía, junto a la persona equivocada, en un lugar ajeno a ella.
La misma persona equivocada que hacía cuestión de dos años le prometía la luna, y ella, incrédula y temerosa se dejó llevar sin ser consciente de lo que le deparaba el futuro junto a aquel ser. Lo entregó todo, quiso hacerlo lo mejor que sabía, quería dejar a un lado los romances de plástico y probar qué se sentía al dejarse llevar, pronto lo descubrió... Miedo, un horrible temor se apoderaba de sus huesos al pensar que aquel hombre había explotado su burbuja, que la había dejado totalmente desnuda y desvalida ante él. Ella siempre le tuvo un miedo atroz al compromiso, a toparse con el ser equivocado y salir malparada, entonces, había decidido protegerse de ello. Hasta que se dio cuenta de que en su vida faltaba algo, era un vacío extraño.

Una imperiosa necesidad de ser querida, de sentirse respaldada. Algo que los que hasta entonces eran sus amantes de juguete, no podían, o no querían, llenar. En un principio, pensó que él sería uno más, de hecho, no era más que un capricho, un nuevo reto, nada especial. Apenas se asemejaba a las personas con las que ella solía intimar. Era un ser paupérrimo, no económicamente, sino en su interior, era un ser que pedía a gritos ser “rescatado” de aquel mundo de excesos y una sedante monotonía.


Pozos.

Las personas tenemos pozos, es así, es un hecho, cada uno tiene sus pozos en los que caer aislándose de mundo. Hay muchos tipos de pozos, incluso pozos para dos, menos solitarios pero no por ello menos aterradores. Cuando caemos en un pozo todo se vuelve oscuro, el mundo de alrededor pasa a ser el de arriba, dejamos de formar parte para ser meros espectadores de un show visto desde la peor de las butacas. La oscuridad nos impide ver las posibilidades y los modos de salir de allí, o quizás somos nosotros los que cerramos fuerte los ojos para acomodarnos en nuestras propias tinieblas. Hay personas que se vuelven adictas a sus tinieblas y están tan cómodas allí que creen que el mundo puede esperar. O quizás creen que ése es su lugar, pero no es así, los pozos son estancias provisionales.
No hay peor error que mudarse a un pozo, existen personas que tienen tanto miedo a volver al mundo que convierten el pozo en su mundo, se mudan. Trasladan todas sus pertenencias allí e incluso tienen invitados eventuales. No sabría identificar esto como bueno o malo, después de todo, no es más que pura percepción. Lo que sí sé, es que todo lo vivido allí será un engaño, tiempo mal invertido, una vida equivocada, nunca nadie podrá ser feliz en sus oscuridades, es más, cuantas más cosas traslades a tu agujero, más te hundirás, es así, las cosas pesan.
¿Cómo salir?... pues depende del tipo de pozo y la intensidad del golpe, incluso del tiempo que llevas allí.

Es posible, de eso no hay duda. Lo principal es creer, creer en uno mismo y en su potencial.