Solo somos lo que la sociedad nos dice
que seamos, solo sentimos hasta donde nuestros propios prejuicios nos
permiten sentir. -Cuando hay sentimientos de por medio, no puedes
jugar con eso-. Pero yo no soy ninguna insensible sin corazón, no
soy fría ni calculo minuciosamente cada uno de mis actos sin que me
afecten en absoluto. Quizás me permito sentir más allá de lo
establecido, tal vez ése sea mi “pecado”. Es curioso el concepto
de “pecado”, si nos detenemos a analizar su origen es puramente
religioso, y aún así, creyentes y ateos nos autoflagelamos por el
hecho de dejarnos llevar. Se han introducido en nuestra cabeza hasta
tal punto que nosotros mismos nos castigamos por hacer aquello que
nos apetece y nos hace sentir libres.
Hablemos de sentimientos, esa parte del
ser humano opuesta a la razón. Quién decide hasta dónde podemos
sentir. Quién decide el límite en la intensidad y los destinatarios
de los sentimientos de cada cual. He hablado con varias personas al
respecto, y la mayoría, si no todas, decían que no se puede querer
a más de una persona simultáneamente. Hablando del “querer
sexual” y las relaciones íntimas, claro. Puedo entender que
alguien encuentre a una persona “ideal” y que en absoluto
necesite mirar a otras.- Después de todo, eso es lo que nos
vendieron siempre como “la perfecta historia de amor”, y así nos
va-. Está bien que encuentres al amor de tu vida, enhorabuena, de
corazón. Ahora sí, no criminalicéis a los que no nos conformamos
con los finales idílicos y perfectos, los “para siempres” y las
“eternidades” no es lo que yo entiendo como “la perfecta
historia de amor”.
Todo tiene fecha de caducidad, podéis
pensar que soy una pesimista sin corazón, me trae sin cuidado, pero
antes de juzgarme dejadme que os explique algo. El “amor ideal”
por el que todos perdimos la cabeza en algún momento es sólo una
ínfima parte de la baraja de posibilidades de querer y ser querido.
Las películas finalizan siempre en el momento en el cual todo encaja
a la perfección, pero la continuación a nadie le importa, tememos
el momento de afrontar adversidades porque nos venden la perfección
de los hechos. Por qué siempre el amor entre un hombre y una mujer
de edades similares (si el hombre es ligeramente mayor, mejor),
por qué la mujer siempre ha de ser menuda en comparación al
hombre... todo está lleno de tópicos.
Voy a empezar defendiendo el concepto
de amor entre personas, amor visto como esa unión que sientes hacia
alguien que te ha conquistado con su forma de hablar, de actuar, con
su forma de ser en este mediocre mundo. Ya basta de cánones de
belleza y eternas torturas hacia las personas. Seamos tan animales
como queramos y tan humanos como nos apetezca.
A mí personalmente se me conquista con
el habla, con el acto, con esas peculiaridades, manías o “defectos”
que tenemos cada cual. Siempre opiné que son los defectos los que
definen a una persona. La
completa perfección no atrae, nunca lo hará, son los pequeños
defectos los que poseen el encanto. Una persona "perfecta"
es un ser carente de alma. Las modas en masa, las cirugías... no
hacen otra cosa que extirpar la esencia de la naturalidad. La carne
nunca se sentirá atraída por el plástico.
Vayamos al grano, hay algo que quiero
defender. Ahora mismo y públicamente me declaro una romántica del
amor en el sentido más revolucionario del término “romanticismo”.
Defiendo el amor libre, el amor propio y rompo con el tópico del
amor heterosexual de por vida como única forma válida de amor.
Manifiesto mi rebeldía con mis propios actos y declaro el amor a la
guerra en lugar de declarar la guerra al amor. Defiendo todas las
combinaciones posibles entre el amor y el sexo estando presentes
ambos o cualquiera de ellos sin el otro, siempre y cuando el respeto
mutuo presida dicha combinación. Expongo mis deseos de romper con el
dogma del amor único y la monogamia sucesiva como manera de encubrir
el ansia y el apetito de amar sin impedimentos. Sostengo que sí es
posible amar a más de una persona de manera simultanea, y no por
ello la relación ha de ser más o menos verdadera o válida.
Preservo la intensidad de los momentos y la antepongo y prefiero al
intento de extender forzosamente la pasión y el cariño hasta que se
rompan sin remedio.